[Reseña] Cardador de Natalia Rojas

Enhebrar con la nervadura

Puede ser por la noción de color que atraviesa el texto, la visualidad inherente. Cardador, de Natalia Rojas (Melipilla, 1983), es un libro raro, especie de ensayo que mezcla prosas y versos, que desenmaraña y teje urdimbres a partir de la dialéctica en la iconografía Jalq’as (o la inabarcabilidad en los sueños). Usando solo colores que absorben luz, los pallays Jalq’a son casi siempre rojo y negro. El Ukhu Pacha es un espacio desordenado, caótico, un mundo de oscuridad y muerte, donde los sueños y el miedo se repiten como las tramas, sus figuras ocultas.

No hay una traducción de la iconografía en los tejidos Jalq’as. Parece que Cardador (Aparte, 2019) hace una división entre el ojo y lo que observa, el mundo tangible que excribe y separa de vuelta. El negro no es completamente vacío, pero por si las dudas, se vuelve una extensión física dentro del cardador. Se inserta en su propia vida y mueve las manos en el hilo fino de la ensoñación. El poema en la hoja replica la absorción de luz que hacen los tonos rojo y negro. Desdibuja los símbolos para encontrar los propios. Para volverse a encontrar en una lengua otra.

Hasta el último borrador, en el libro se usaban dos tintas, alternando el uso de ambos colores en el texto. Un elemento vivo, palpitante, el animal cundido. Y así como no hay vida en la palabra vida, no debería estar resaltado el color cuando se habla de él: el vocablo rojo apenas nos debiese dirigir al color rojo.

Es interesante la decisión editorial de llevarlo todo a negro, porque en ese cierre de pliegue, abre incidentalmente otro. Accedemos a los movimientos de las manos y a una que otra idea, al calor del telar. El texto, en el origen latino de la palabra, nos lleva al tejido. Y en esa tensión, en esa conciencia de la imagen y los espacios es que se nos revela y veda como lectores. La experiencia del tejido, del hacer, como se deja entrever en la expresión del yatiri «Mi cabeza ve uno; con mis manos veo dos».


Álvaro Gaete Escanilla (Lo Espejo, 1994). Editor en las revistas digitales Jámpster y la extinta Tatami. En 2016 obtuvo una mención honrosa en el Premio Roberto Bolaño, categoría poesía, y el 2019 en novela. Ha sido becario de la Fundación Pablo Neruda (2018) y del Fondo del Libro y la Lectura (2019). Poemas suyos aparecen en Maraña. Panorama de poesía chilena joven (Alquimia, 2019). Miembro del equipo editorial de Jámpster Libros.

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