De la misma forma en que un gato está en el entretecho y puede o no devorar un ratón, un cuerpo enfermo se pasea por una casa que resiste al mercado inmobiliario. En estos poemas de Simón López, los personajes se vuelven elementos variables, probabilidades. Mientras, el lenguaje observa todo desde los árboles y puede o no desaparecer.
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the probability of becoming a macaw
la probablo farigi macaw
la probabilidad de volverse un guacamayo
la probabilitat de tornar-un guacamai
la probabilità di diventare un ara
la probabilité de devenir un ara
pwobabilite pou vin yon macaw
die Wahrscheinlichkeit ein Ara zu werden
die waarskynlikheid om ‘n ara te word
de kans om een ara te worden
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la casa roja
Oigo chillar a los loros todas las mañanas.
Empiezan con el primer silbato de la faena.
A veces me hago un café y salgo a verlos.
Forman una imagen religiosa allí en el árbol.
Parecen estar siempre felices, en rezo campesino
sobre un lienzo de Millet. Me saludan la cabeza:
se arrojan encima para volcar mi café.
Son violentos. Dejan un reguero
de semillas abiertas en el patio.
Las miro y bebo de la humeante taza.
Grúa + grúa, chillido tras chillido
me mantengo como estatua en la pintura.
A veces salgo a cazarlos de noche. Me escabullo
con mi gato asomados al manzano.
Nunca hemos podido atrapar uno. El gato me sigue
hasta la casa y se tiende sobre la alfombra.
Nunca he cazado un loro, pero siento cómo
con cada chillido voy enmudeciendo.
Me comunico mal y poco. Me trabo al leer
en voz alta, apenas si me entiende la familia.
Cuando salgo, dejo al gato a cargo de la casa.
No he vuelto y me encontrado la cocina llena de cadáveres.
No he llegado y descubierto trozos de plumaje entre las sábanas.
No he pesado con la mano su embalsamamiento.
Llego a casa y mi gato da vueltas en el suelo.
Oigo chillar a los loros todas las mañanas.
Alzan vuelo sobre mi cabeza y se llevan mi lenguaje.
No sé cómo huir de ellos.
Voy perdiendo la facultad de poner nombres a las cosas.
De poner las cosas en su sitio.
De conversar.
Quienes me hablan son violentos, no comprenden.
Algunos son como los loros.
Me escabullo.
Llego a casa y mi gato da vueltas en el suelo.
Oigo chillar a los loros todas las mañanas.
Empiezan temprano.
A veces me hago un café y salgo a verlos.
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tos de perro
Un hipo no me permite comunicarme.
Una tos como barro y arena metidos en el pecho.
Me levanto bata y pantuflas
con el sol y las paredes que se derrumban.
Camino hasta el lavamanos
hundo mi cara en él.
Me paso la tarde aspirando hojas de eucaliptus y laurel en agua caliente.
Mi voz cortada a cimbros en renglones de plástico polietileno
señalizados saltos de flema y caudal gangosa voz quemada resonando
cual grieta cojera de grillo pábilo onagro mal de tuso vinilit
adhesivo para pegar día y noche a falta de autoestima vitalidad afasia y tea
mi voz mala en la que hundo cucharaditas de parafina.
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adornos
Afuera……………Llueve como en mi linfa yesca la quimioterapia.
Adentro…………..La casa se siente como un temblor.
Bajo protección del temporal tiritan mis adornos pinturas cojines copas
sobre la estufa toyotomi un peluche de cobaya una pitón colgada de cabeza
mis dos iguanas de galápagos mi dingo pétreo mi falso visón americano
ciegos en los estantes cada taza y plato blanco de café modelo willow cada fortaleza
barco cabaña puente nube pájaro y floresta azul adentro también temblando
arrastradas a merced del movimiento la borrasca atraídas a juntarse y tumbar
con las macetas pintadas en astillas por el suelo burdeos entre la greda y el cristal
de los servilleteros las velas incienso los jarrones de mimbre los cuencos tibetanos
y las campanas las estatuas budistas y flores en el relieve doméstico del alud
Afuera……………Llueve como si la luz pidiera auxilio titilando.
……………………O la casa soñara adornada del brinco
……………………bravío de grillos fecundos y sonámbulos.
Adentro…………..Mi niña un pasto dormido al borde de la estufa.
……………………Mi gato un pasto dormido al borde de la estufa.
……………………Mi voz un pasto dormido al borde de la estufa.
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lázaro
Estoy tendida en el patio como un muerto.
Miro las nubes que se deshacen en algodón de azúcar
puedo sentir su pegajosa presencia entre mis dedos.
Oigo el silencio de las máquinas y los materiales
como si me hubieran abatido en una playa.
¡Estoy sangrando! ¡Abuela, estoy sangrando!
Chupo los insectos que se me vienen a posar.
Soy una flor asesina, un dentado espacio de atracción.
Limpio mis ojos, inmóvil, lívida
esperando sus monedas.
¡Abuela! ¡Abuela!
Estoy en mitad del patio dormida como un viejo.
No me toques, no me cubras.
Si no me encuentras en la casa, pregunta por mí a las grúas.
Ellas saben qué me han hecho, abuelita,
me llevan colgando de nube en flor.
¿No ves?
Estoy tendida en el patio y soy feliz.
Me desprendo de mí: todo lo que llevo
se hace una misma arrebolada dulce.
Estoy tendida como un pájaro
cuyas cuencas han vaciado las hormigas.
¿No ves la alegría en mi ceguera?
Abuelita, no me llores.
Los insectos y las grúas me sostienen.
Los loros argentinos parecen guacamayos.
Tú también te has vuelto uno y me sonríes.
Estoy jugando a calcular
la probabilidad de reencarnarme en este patio.
En un cactus pequeño que cuidas temblando.
En un gato devorándose un ratón.
Estoy despierta y me río como un loro.
Tengo un sabor a frambuesa entre los labios.
Abuelita, por favor, no me levantes
no me llames a almorzar.
Te lo suplico, no me esperes
no me hagas terminar con este juego.
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matrimonio
gato y yo cojeamos por la casa
tras que tabilla su pie frágil es el mío
y voy yendo detrás suyo por delante
él se lame y yo escozor en las heridas
pausa por aire cinco minutos
para llegar a la cocina
-es complejo referirme a esta situación
mi memoria falla y habla por voz propia
si cojeamos mira los vidrios con tormenta
humedal de las paredes febles goznes padecer del manatí
…………cargado encima a mi gato apenas sus caderas
le alcanzan para bajarse de una silla
tropezar y seguir por los traspiés en brazos a la cama
andar de vuelta conversemos
un día el clima ya no estará ahí fuera
y tú tendrás que lamerte solo
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up
La casa se eleva.
Está marchita y vuela
como ave triste demorada.
Las grúas punzan su costado.
Los hombres le gritan y arrojan
materiales para que baje.
Ella no escucha. Es tímida
en el aire.
Le encajan un gancho en la nuca.
La desgarran despacio entre todos.
Ella no siente nada.
Tan terca tumba respirando.
Se ha elevado.
Los hombres bajan los brazos.
Se ponen las manos sobre las cejas.
Como si fuera un algodón enorme
o una jaula de zoológico
ella se abre y deshace en miles
de plumas que llueven sobre la faena.
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errar
¿Cantan los loros a las grúas para alentarlas?
¿Los grillos a las tazas para servirles? ¿A mi niña
a dormirse? ¿Cantan conmigo? ¿Cantan por qué?
¿Cantan las grúas a los pinos como disculpas?
¿Canta mi gato que no canta y da maullido?
¿Canta la casa porque puede y está sola?
¿Cantan porque sí, porque es de día?
La mano del sol estirada hasta la alfombra despierta al micho.
Yo soy el micho. No sé cantar ni estoy dormido.
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SIMÓN LÓPEZ TRUJILLO (Santiago, 1994). Licenciado en Filosofía y diplomado en Literaturas del Mundo por la Universidad de Chile. Becario de la Fundación Neruda el presente año. Es miembro fundador de la editorial Velando Bestias y del colectivo Frank Ocean de escritura y traducción, y militante activo del taller Lorkokran. Ha publicado el poema-objeto Intemperie (Velando Bestias, 2017), junto a Matías García Apsé, y la plaquette Maestranza (ExNudo de Globo, 2018).